Buen Punto…


De Biella a Barcelona (parte I)
noviembre 19, 2008, 3:20 am
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Esto de retomar las actividades en un blog me hace recordar eso que decían en la Universidad sobre el temor a la hoja en blanco. Pues bien, confieso que me siento extraño, pero también siento la necesidad de contar… cosas, de contar sólo por hacerlo. Estos últimos meses han sido una locura. Tener la oportunidad de acercarse a la cultura europea siempre fue un deseo, y verlo convertirse en realidad es algo que todavía no asimilo.

Quisiera comenzar cronológicamente, eso me remontaría a hace un par de meses, cuando ni siquiera tenía tiempo ni, lo confieso, muchas ganas de bloguear.


La idea de Barcelona, el aeropuerto, lo que allí sucedió y la mañana siguiente…

Estando en Biella – Italia, haciendo parte de UNIDEE in Residence, un programa internacional de residencia multidisciplinaria, había hablado con mi prima que vive en Girona, al norte de Barcelona. La sola idea de verla de nuevo me alegraba, y más aún sabiendo que además iba a conocer una ciudad mundialmente conocida por su cultura, su arquitectura y sus playas. Un par de semanas antes había comprado los tiquetes con Ryanair, una aerolínea lowcost que tiene entre sus rutas Milano (Bergamo) y Barcelona (Girona). 120 euros ida y vuelta no eran nada comparados con lo que habría costado en tren, que sería lo mismo sólo la ida. Ah, pero hacían enfáticamente la aclaración de que NO DEVUELVEN DINERO por ningún motivo.

En fin, no me afectaba mucho esa advertencia, no tenía ningún inconveniente en cuanto a los documentos porque en la Questura (una parte de la ‘Polizia di Stato’ que “asegura el orden y la seguridad pública”) me habían dicho que con mostrar el documento que mostraba que estaba esperando el Permesso di Soggiorno (documento que reemplaza la visa), sólo esperándolo pero que ya me habían aceptado, no habría ningún problema.

Tren a Bergamo, que por cierto no es Milano pero ésta gente de Ryanair lo vende como tal, y luego el bus, que también lo administran ellos y vale tres o cuatro veces lo normal, y ya estaba en Orio al Serio, el aeropuerto de Bergamo. Por pura prevención, sabiendo que soy colombiano y que nuestro pasaporte es algo ‘problemático’, me había ido con unas tres o cuatro horas de antelación, “por si las moscas”. Sin embargo, el check-in sólo se podía hacer dos horas antes, entonces tuve que esperar un rato. Pasaron la hora y piquito que hacían falta, y me dirigí al check-in.

Una muchacha italiana, muy amable ella, me hizo pasar el equipaje por un lado para pesarlo, y me pidió pasaporte. Luego me pidió el Permesso di soggiorno, y yo le hice ver el documento que lo soportaba, como me dijeron en la Questura. Mirada de pena, ‘mi spiace ma con questo non puoi viaggiare’, y la hecatombe dentro de mí. Luego de un par de palabras con ella, muy amable todo hay que decirlo, me dijo que podía ir a hablar con la policía, en el segundo piso. Con el corazón a mil, todavía incrédulo y la esperanza de que se corrigiera el error, fui y toqué en la oficina de los policías.

Qué cosa tan rara. Los policías italianos son amables. Pero no pueden (o no quieren, no lo sé) hacer más de lo que dicen salírsele de las manos. “Ya les hemos dicho a los de Ryanair que no nos manden gente, que nosotros no podemos hacer nada”. Y vuelva y escuche ese “mi spiace, ma non possiamo fare niente”.

No lo podía creer. Al día siguiente era el cumpleaños de mi mamá, y la idea era que me viera al lado de una sobrina tan querida, desde tan lejos, los dos juntos. Ella ya sabía que iba para allá, pero no que nos iba a ver, gracias a aquello de una webcam y Skype o Messenger. No me aguanté, salí de la oficina de la policía pero me quedé en la sala de espera, totalmente desierta. Lloré. Mucho. Pero en silencio. No sé cuánto tiempo pasó. Para mí fue mucho, pero pudieron haber sido cinco minutos. Uno de los policías que escuchó mi historia iba a salir, y al verme en la sala de espera se devolvió a contarle al resto (otros dos, el que me atendió y otro que ni me miró desde su escritorio lejano) que ‘este muchacho todavía está aquí… y está llorando’.

Me hicieron volver a entrar. Me tranquilizaron. Me dieron agua. Tomé aire, y conté lo de la mamá, lo estaba guardando como última estrategia de conmoción (?). Hicieron cara de “qué cagada” y empezaron a buscar el modo de solucionar la situación. Que llamara a la embajada colombiana en Italia; que no, que está en Roma; que bueno, que entonces llame al consulado en Milano; que no, que están en huelga; que espere, que el policía conocía alguien en la embajada de España… llamaron a la conocida; nada, no era competencia de ellos.

Y vuelva y juegue con el “mi spiace, non so che cosa dirti”. Ya me iba yo a ir otra vez, con una cara que debía dar una profunda lástima, cuando uno de ellos dice, “¿y por qué no te vas en tren?”. Responde el otro (mirando al primero con algo de “¡quedate callado guevón!”), “eh… sí, en tren no te piden ningún documento”. Yo no hice más que sonreír por su buena voluntad, pero el bolsillito no aguantaba semejante inversión tan descomunal. Serían unos 250 euros, más o menos, por ida y vuelta. No. No había ninguna posibilidad.

Se los agradecí, para no hacerlos sentir ridículos con la sugerencia les dije que “de pronto me iba en tren”, pero ni siquiera existía como posibilidad. Me quedé un rato más en la sala de espera, esperando que esos ojos bajaran del rojo sangriento al rosadito de sueño, pero fue imposible. Salí de la sala de espera, hice un par de llamadas para informar a la Fundación de lo que había pasado, llamé a un amigo que vive en Milano para también comentarle, y me senté a pensar bobadas.

De la fundación intentaron hacer lo que pudieron, visto que la Questura dio información errónea, pero nada. Ya me había yo hecho a la idea del primer verano de mi vida… en Biella. Qué pereza. En el bus del aeropuerto a la estación de trenes (que no recuerdo el momento en que lo tomé) llamé a mi prima en Girona a decirle lo que había pasado. Luego a mi mamá, haciendo finta de que no estaba mal, que esas cosas pasaban. Menos mal me creyó. Luego mi prima me llama y me dice, “Daniel, esto iba a ser una sorpresa, pero te tenemos tiquetes para el partido del sábado en la noche entre el Barça y Boca”… Muchas gracias, prima, ahora me siento mucho mejor. No solo me iba a perder su compañía, la ciudad de Barcelona y todo lo que implica, sino también la posibilidad de conocer uno de los templos del fútbol mundial (que por cierto es bien difícil conocer en acción, dado que casi todas las entradas están reservadas por los integrantes del club, ciudadanos catalanes).

Y la idea del tren en mi cabeza… ah, era demasiado dinero. Ni hablar. Llegué a Biella, Beatrice me recogió en la estación. No parecía mucho, pero estaba destruido. En el camino de vuelta a Cittadellarte, me dijo que tranquilo, que me iba en tren. Yo me reí, le dije que esa no era una posibilidad. “¿Cómo está tu presupuesto para el proyecto en Cittadellarte?”. – “intacto”, dije. “Tranquilo, los tiquetes del tren no los pagas tú”.


6 comentarios so far
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Pae, qué buena historia… deberías seguir antes de que regresés a la colombianada y se te estanquen. Claro que ojalá para la próxima tengás la bondad de traducir lo que hay por ahí en italiano. Queda uno como cazando moscas… más, más.

Comentarios por ABCamilo

Pae, básicamente repetían lo de «mi spiace», que es algo así como «lo siento». Desde esos días odio profundamente esa expresión, incluso cuando a alguien en la calle le pregunto una dirección, y luego: «mi spiace, non so cosa dirti» (lo siento, no sé qué decirte).

Comentarios por Daniel Alejandro Urrea Peña

[…] no hablaban del tema. Sabían que lo último en el mundo de lo que quería hablar era de aquel viaje fallido, aunque tampoco hubiera nada diferente de eso que pasara por mi […]

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Bueno pues la verdad quede con las ganas de viajar a Europa, por el momento…. El caso es que todo el tiempo que llevas por allá lo estas aprovechando al máximo y más adelante se veran los resultados…

Un abrazo mi hermano.

Comentarios por xady

[…] De Biella a Barcelona (parte I) […]

Pingback por De Biella a Barcelona (parte III) « Buen Punto…

Que tensión tan dolorosa, espectante, mórbida… Me remite a una infancia dependentista con la mamá lejos. Voy por la segunda dosis.

Comentarios por bjohnblue




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